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dilluns, d’agost 01, 2022

LIBRO DE HORAS, de Nélida Piñón. (166 págs.)


 

Nélida Piñón (Río de Janeiro3 de mayo de 1937) es una escritora hispano-brasileña, nacida en Vila Isabel (Río de Janeiro), y miembro de la Academia Brasileña de Letras. Su nombre es, como ella vio tardíamente, un anagrama del nombre de su abuelo Daniel, diligente y grato para ella.

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No soy fuerte ni poderosa. Tampoco estoy en la flor de los veinte años.” Con estas rotundas palabras da comienzo el particular Libro de horas de la escritora brasileña Nélida Piñón. Con un estilo poético y embellecido, Piñón plasma en el libro algunas de sus más preciadas memorias. Los dilemas, preocupaciones y anhelos de la autora se dan cita en la obra en forma de desordenadas reflexiones sobre la vida, los afectos, el paso del tiempo o los viajes. Símiles y metáforas se convierten en figuras clave de un lenguaje que inspira quietud, profundidad, transcendencia, desasosiego en ocasiones. La reflexión sobre el mismo lenguaje también está presente: “El diccionario es una cornucopia”, afirma Piñón. 


Lorena Valera, EL IMPARCIAL, 8 diciembre 2013




El LIBRO DE LAS HORAS es un sabio relato con dos ingredientes que se combinan muy bien. La memoria y su conocimiento de la literatura, el arte y la historia, de manera que en sus textos, ya que el libro es una sucesión de textos explica una estancia en, pongamos Bayreuth, donde tiene amigos y asiste a una opera wagneriana que aprovecha para referirse a estos amigos, a dicha ciudad y, desde luego, de Wagner y Tristan e Isolda.


La memoria funciona como una herramienta que va acumulando relatos y vivencias. Evoca a su madre que le explicó el papel que desempeñanba Narciso y escribe “Si la vanidad de Narciso es un axioma, resume igualmente el ideal de la perfección. Pues, además, de refutar a los que censuraban sus excesos, propagaba, bello e impávido, un paradigma estético inalcanzable para los mortales”.


Desde luego Nélida Piñón es una gran escritora y pensadora de forma que tiene páginas en las que no dependen de la memoria ni de nombres propios, sino que es ella misma con toda su fuerza: “Cada día aprendo a perder las pequeñas utopías y los ideales indomables. No lamento vivir sin ellos. Me siento más leve sin el lastre que representan. Es imposible servir a los dioses y a mí misma.”


Es muy posible que esta última cita casi sin darme cuenta la comparta, quizá sea que no sé si es una debilidad o quizá la fuerza de mis setenta y ocho años.