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diumenge, de juliol 15, 2012

Que se joda Andrea Fabra (Diego Escusol)

Andrea Fabra, Supongo que hay que disculpar las palabras groseras que se dicen en el parlamento porqué lo que has dicho tú no es algo nuevo. Está claro que en política no hay adversarios, sino enemigos que se odian, si bien contradictoriamente todos decís que defendeis a los españoles. Es evidente que no me representa ningún diputado que odia a los diputados de signo opuesto. ¿A quién representas tú? Tú representas a tu partido, pero ya no representas a los que te han votado porque entre los que te han votado hay también muchos perdedores, quiero decir muchos españoles que con las medidas aprobadas por el PP se ven duramente perjudicados y no podrán comer o no podrán comprar medicinas para su hijo. Y no les representas porque tú has dicho claramente que se jodan, que nos jodamos. Es una desgracia lo que está haciendo la política. Tú y los demás teneis la obligación de hacer pedagogía, pero resulta que lo único que sabes decir es que se jodan, que nos jodamos. ¿Es esto tu sentido de la política? ¿Qué es el parlamento para tí? Quizá para tí sea un burdel y estés contenta porque allí tienes el macarra que te protege. Y si me equivoco, que bien puede ser, entonces, te pido disculpas y me demuestras que ando equivocados y que tienes un gran respeto por las Cortes Españolas. ¿Sabes que la ministra de trabajo italiana lloró ante los recortes? ¡Qué diferencia contigo! Es posible que no lo creas y que muchos españoles tampoco lo crean, pero a pesar de todo YO tengo fe de que no todos los políticos son iguales. Con estas palabras no defiendo a ningún partido político, que esto quede claro, pero sí defiendo que en este mundo hay personas que se toman de una forma ética el trabajo que hace para el bien común. ¡Qué diferencia con los diputados del PP! En especial el padre de Andrea, Carlos Fabra. Aunque no está muy bien, no es grave la tradición en las Cortes de aplaudir el grupo de diputados que ha vencido una votación en el hemiciclo y por lo tanto se aprueba una determinada ley; sin embargo, en el caso que nos ocupa, la aprobación de una ley que implica una pérdida en la calidad de vida de buena parte de los españoles, posiblemente la mayoría, no puede ser motivo de aplausos, satisfacción y regocijo. No. Es una ley dura, quizá beneficiosa a largo plazo, pero de momento es un trágala de gran calado. Una ley que es más para llorar que para aplaudir. Estos aplausos evidencian la falta absoluta de sensibilidad humana, cristiana, política y patriótica de los que así procedieron en las Cortes.