Com es pot veure més amunt aquest llibre ja és vell, de manera que l'autor va morir el 2001 amb 92 anys. L'autor tracta els emperadors romans com homes polítics i, per damunt de tot, ambiciosos. Vaja, com els d'avui i és que el periodista Montanelli coneixia molt bé la política del seu país, va ser fundador del diari Il Giornale. El 1977 les Brigades Roges el van ferir de bala. En els darrers anys va ser molt crític envers Berlusconi.
El llibre en qüestió m'ha plagut molt perquè és una manera molt humana de tractar la història i molt humnana vol dir, molt realista. Al llarg del llibre tot sovint llegim que aquell va esdevenir emperador després de matar el seu predecessor. Diríem que aquesta manca d'humanitat és també humanitat, com està passan ara a Rússia, a la Xina i sempre als Estats Units.
Com exemple de la Roma de l'any 88 faig un citació del capítol dedicat a Sila.
Sila se presentó al consulado de 88, no para hacer política, sino para tener el mando del ejército que se estaba aprontando Mitridates en la misma turbulenta provincia de Asia Menor, donde ya había combatido contra Ariobazarnes de Capadocia. Y ganó la causa sobre todo, de las munjeres. En efecto, se divorció, cubriéndola de regalos, de su tercera mujer, Clelia, para casarse con una cuarta: Cecilia Metela, viuda de Escauro e hija de Metelo "el Dálmata", pontífice máximo y principe, esto es, presidente del Senado. Por este parentesco, con una de sus más poderosas familias, la aristrocracia comenzó a ver en Sila a su propio Adalid. Y favoreció su elección, asignándole enseguida el codiciado mando.
El tribuno Sulpicio Rufo trató de invalidar este nombramiento y propuso a la Asamblea transferirlo a Mario, quien, pese a sus setanta años, todavía solicitaba puestos, cargos y honores. Pero Sila no era un hombre dispuesto a renuncias. Corrió a Nola donde se estaba organizando el ejército. Y, en vez de embarcarlo a Asia Menor, lo condujo sobre Roma, donde Mario había improvisado otro para resistirle. Sila venció fácil y rápidamente, Mario huyó a África y Sulpicio fue muerto por un esclavo suyo. Sila expuso la cabeza decapitada en las rostras y recompensó al asesino libertándolo primero a cambio del servicio prestado y matándolo después a cambio de la traición cometida.
Después de esta primera restauración no hubo represalias, o fueron pocas. Con sus treinta y cinco mil hombres acampados en el Foro, Sila proclamó que en adelante ningún proyecto de ley podía ser presentado a la Asamblea sin el previo consenso del Senado y que el voto en los comicios tenía que ser dado por centurias, según la vieja constitución serviana. Pàgines 138 i 139.
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